UN GUÍA PECULIAR

A principios del siglo XIX los religiosos eran los que se encargaban de explicar las maravillas del Escorial a todo aquel viajero que pudiese pagarlo. Era famoso por sus hermosas descripciones el padre Guadalupe. Al morir este religioso un discípulo suyo se encargó de esta labor. Este discípulo que no era fraile se llamaba Cornelio.

Cornelio Burgos, nacido en El Escorial en 1783, era hijo del administrador de los bienes del convento, durante su juventud recorrió el monasterio de cabo a rabo, conocía sus rincones más ocultos, disfrutaba de los más bellos. Aprendió el oficio de sastre hasta los 24 años, edad en la que por una enfermedad se quedó ciego y después de muchas vicisitudes entró a servir en la Fonda Milaneses. Desde allí tuvo la oportunidad de acompañar a los viajeros que se alojaban en ella y querían visitar el Monasterio. Acompañándolos oía las explicaciones del padre Guadalupe, explicaciones que memorizó . Unido esto al conocimiento que tenía Cornelio del lugar hizo del ciego un famoso cicerone, casi indispensable en la visita.

EL CIEGO CORNELIO

Era famosa y digna de admirar la seguridad con la que se movía Cornelio por el Monasterio, sin tropezar, sabiendo en todo momento dónde se encontraba y lo que tenía que decir. Ejerció como guía oficial desde la muerte del padre Guadalupe hasta los 76 años, edad en la que fue sustituido por un pastor de memoria prodigiosa que presentaron a la reina a la reina y que fue enviado en poco tiempo al monasterio. Allí memorizó en un santiamén los catálogos y lo que tenía que explicar.

Cornelio es citado en las guías de muchos viajeros extranjeros que visitaron en lonasterio en el siglo XIX y también se habla de él en la famosa y lujosa Historia descriptiva y pintoresca del Escoria, de Rotondo